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16 abr 2016

GUERRA CIVIL Y MECANIZACIÓN









Fue la Guerra Civil un polígono de experiencias de cara a la Segunda Guerra Mundial en el ámbito de la mecanización?
Por Antonio J. Candil

Mis buenos amigos Chevi Ruiz de Eguilaz y Javier de la Uz me han sugerido escribir algo en este foro sobre el empleo de los carros de combate en nuestra Guerra Civil. Ya otro buen amigo, Jesús Martinez de Merlo, ha escrito mucho y muy bueno sobre el tema. Por ello he decidido hacerlo pero de una forma diferente esta vez.
En primer lugar vaya por delante lo que ya he dicho alguna vez, que la historia y evolución de los carros de combate y la mecanización en España han sido una prueba palpable y continua de negligencia y trato despectivo hacia los medios mecanizados por parte del Ejército, cuando no de incompetencia contumaz. Lo dije hace mucho tiempo ya, en un acto público de presentación de un libro mío, por parte del entonces secretario de Estado, y hoy ministro en funciones, Sr. Morenés, y lo ratifico ahora una vez más.

Todo tiene su explicación.
La Guerra Civil, contrariamente a como algunos autores sostienen, no fue ni el primer acto de la contienda mundial que estaba por venir, ni ningún laboratorio experimental de nada. Otra cosa es que dado su alargamiento en el tiempo, cosa que inicialmente nadie esperaba, sirviera para experimentos y sacar conclusiones sobre procedimientos, armamentos y métodos. Pero, con cáracter general, se puede afirmar que los beneficiarios no fueron los españoles sino las potencias que habían aportado los diferentes medios, y no siempre, ni en la dirección apropiada.
Curiosamente, ninguno de los bandos enfrentados, ni los Nacionales ni los Republicanos, solicitaron medios acorazados ni blindados, en sus peticiones de ayuda y suministro de armamentos a los países que, finalmente, accedieron a proporcionar tal ayuda; solamente tres, a fin de cuentas: Italia, Alemania, y la Unión Soviética.

El pensamiento militar al respecto en el Ejército español, en 1936, estaba bastante retrasado (y en alguna manera no muy diferente del actual). Solamente había dos regimientos de carros, adscritos al arma de Infantería,: el Regimiento de Carros de Combate núm. 1, en Madrid, y el Regimiento núm. 2, en Zaragoza, que, en total, desplegaban únicamente, entre los dos, diez carros Renault FT-17 



totalmente obsoletos y en dudoso estado de operatividad. La Caballería estaba totalmente montada a caballo, aunque se había dotado experimentalmente al regimiento de Aranjuez con algunas autoametralladoras rudimentarias sobre ruedas, idénticas a las utilizadas por las fuerzas de orden public, pero ni había doctrina de empleo de los medios blindados ni nada parecido.

Es cierto, como dice Martinez de Merlo, que era algo muy novedoso y que no había experiencia en su uso, pero como dijo alguien: ni tanto ni tan calvo. El desinterés por el tema era algo endémico en el Ejército. Los carros Renault habían sido adquiridos directamente en Francia a principios de los años 1920 y desde entonces prácticamente no se había hecho nada. Se emplearon sin mucho éxito en la Guerra de Marruecos y tomaron parte en el desembarco de Alhucemas, pero nada más.

También es cierto que las condiciones económicas, industriales y políticas de España entonces no permitían demasiadas alegrías. Y aunque alguien tuvo la idea de fabricar una versión española del carro Renault,y en Trubia se hizo algo, los sectores de automoción, la siderurgia, la fabricación de municiones especiales, blindajes e incluso de óptica especializada, estaban muy atrasados o simplemente no existían, y era prácticamente imposible desarrollar nada serio. Los políticos del momento no querían ni oir hablar de lo militar y modernizar el Ejército no entraba en sus propósitos. Quizás no era todo esto muy diferente a la actualidad, lo dejo a la reflexión de los lectores.

En el Ejército el pensamiento dedicado a la mecanización y los carros era muy escaso. Algunos jovenes oficiales escribían al respecto, sin demasiado eco. Oficiales de mayor graduación, como el Coronel Beigbeder, futuro ministro de Asuntos Exteriores trás la Guerra Civil, desde su puesto de agregado militar en Berlin, sostenían que había que mantener un equilibrio entre mecanización y unidades con ganado, dudando mucho de la eficacia real de los primeros carros de combate que se observaban en Alemania. Monasterio, jinete a ultranza donde los haya, llegaba a afirmar que era una cobardía escudarse tras un blindaje para combatir al enemigo, aunque luego reconocía que se iban a necesitar carros de combate en el futuro y que estos podrían devolver a la Caballería su papel en el combate, pero sin renunciar completamente al caballo.

Los escritos y teorías de Fuller, Hobart o Liddell-Hart no se leían apenas en el Ejército. Franco nunca se pronunció al respecto, ni siquiera en su época de director de la Academia General Militar. Yagüe, que había seguido las campañas italianas en Abisinia, sí llegó a solicitar carros en su avance de recta final hacia Madrid, en 1936. Al igual que solicitaba constantemente aviación sobre su columna. Quizás el único que se interesó con mayor seriedad por la mecanización fue Vicente Rojo, desde su puesto de profesor en la Academia de Infantería, en Toledo, y luego en la Escuela de Estado Mayor, en Madrid. Pero Vicente Rojo en 1936 era solo comandante, y los Republicanos no le prestaban excesiva atención. Aún así, fue Vicente Rojo quien impulsó las ideas de ofensiva con empleo de carros en Brunete, Teruel e incluso en el Ebro, aunque sin éxito, pero eso era debido a otros motivos.
En este marco no hay que sorprenderse de que las peticiones de ayuda iniciales de los beligerantes no incluyeran medios blindados. Franco solicitó de Italia y Alemania, sobre todo aviones, para transportar el Ejército de África a la Peninsula; ni siquiera pidió personal aunque Italia mandó a sus soldados. Los Republicanos pidieron igualmente a Francia, y a la Unión Soviética, aviones, armas ligeras y artillería. El envío de las brigadas internacionales fue decisión de la Comintern. En alguna forma se puede afirmar que la Guerra Civil se internacionalizó desde los primeros momentos, pero poco más.

La decisión de enviar medios blindados a España la tomaron esencialmente las propias potencias que decidieron conceder la ayuda solicitada.
Los primeros en enviar carros de combate a la España Nacional fueron los italianos. Una sección de cinco carros Fiat L3 CV33 



al completo, con dotación y personal italianos, llegó al Puerto de Vigo, el 26 de Agosto de 1936. Da idea de la ignorancia reinante en el propio Ejército Nacional el hecho de que esta pequeña unidad, inicialmente, fuese encuadrada administrativamente en un regimiento de artillería, a la sazón en Valladolid.  En total, Italia envió un total de 155 carros ligeros Fiat L3 CV33/35 a lo largo de la guerra, básicamente todos del mismo tipo, a excepción de algunos carros lanzallamas, una innovación notable,también sobre el mismo chasis del L3. Exceptuando los momentos iniciales, y ya desde enero de 1937, todos los carros italianos estuvieron integrados bajo mando italiano, en el marco del Cuerpo de Tropas Voluntarias italianas (CTV), aunque hubo tripulaciones mixtas, italianas y españolas.

De estos carros, al final de la guerra sobrevivieron entre 60 -70 ejemplares, que se entregaron todos por Italia al nuevo Ejército español,  donde acabaron prestando servicio en diversas unidades del arma de Caballería hasta principios de los años 1950. El alto índice de bajas sufrido, del orden del 50 por ciento, debió haber hecho sonar la alarma en el Mando italiano, pero casi nada o muy poco se hizo por su parte para paliar lo que era obviamente una deficiencia. Italia fue a la Segunda Guerra Mundial con el L3 y poco más.
Alemania suministró a lo largo de toda la guerra 122 carros Panzer I A/B en total, incluyendo aquí 4 carros de mando especiales sobre chasis del Panzer I B (SdKfz 265 Panzerbefehlswagen), que fueron los  primeros vehículos de mando y control de que dispuso el Ejército Nacional, y la primera vez que se ponía en práctica tal concepto. Esto sí fue una innovación importante. Los primeros carros alemanes llegaron a través del puerto de Sevilla, a finales de septiembre de 1936, y aunque, a diferencia del material italiano, los carros alemanes se entregaron desde el primer momento al Ejército Nacional, y las tripulaciones y mandos eran españoles, los instructores y personal de enlace alemanes eran los que, de alguna forma, aconsejaban, dictaban y autorizaban su empleo, lo que, por otra parte, propició no pocas tensiones entre mandos alemanes y españoles. Al acabar la guerra, el Ejército español dispuso de unos 80 carros Panzer I A/B que, al igual que los carros italianos, se mantuvieron en servicio hasta la década de los 1950. El índice de bajas, algo superior al 30 por ciento, también muy elevado, preocupó en Berlin, y aunque el Ejército alemán sí mejoró notablemente su material, la realidad es que los carros de combate alemanes verdaderamente modernos y superiores a todo lo que los Aliados desplegaron, solo aparecieron en el campo de batalla a partir de 1943. Ya era demasiado tarde.

La Unión Soviética fue quien proporcionó mayor número de carros de combate, y mejores, asi como numerosos vehículos acorazados de ruedas a los españoles, en este caso obviamente al Ejército Popular de la República. Entre 1936 y 1938 –el último envío de carros rusos tuvo lugar en marzo de 1938-, los Republicanos recibieron no menos de 281 carros de combate T-26B, y 50 BT-5, 


amén de numerosas autoametralladoras-cañón BA-6 y BA-10, que eran casi iguales a los carros aunque con menor movilidad. Eran verdaderos carros de combate, notablemente superiores a todo lo que habían suministrado alemanes e italianos al Ejército Nacional. Al igual de lo que sucedió en alguna forma con el material alemán e italiano en el bando nacional, los asesores soviéticos controlaban totalmente los carros de combate suministrados, hasta el punto de que los tripulantes, que paulatinamente fueron siendo españoles, tenían que pertenecer al partido comunista para poder ser destinados a las unidades de carros.

El profesor e historiador británico Michael Alpert, de la Universidad de Westminster, especializado en la historia del Ejército Popular, concluye que hubo pruebas abundantes de que los carros de combate suministrados por los soviéticos no estaban bajo el control del Mando Republicano, y que fue frecuente que no estuvieran disponibles cuando los Republicanos los solicitaban. Del mismo modo, el Coronel de Caballería Segismundo Casado, del Ejército Popular, y que finalmente rindió Madrid en los últimos días de marzo de 1939, afirmo quedurante toda la guerra las unidades de carros Republicanos no estuvieron  nunca bajo el mando ni del Ministerio de Defensa Nacional ni del Estado Mayor Central, insistiendo en que ni sabían ni el número ni el tipo de los carros disponibles, y que solo se enteraban de su presencia cuando aparecían en el campo de batalla. El diplomático e historiador norteamericano George F. Kennan, que visitó España en aquellos días, tambien advirtió que los soviéticos controlaban las operaciones militares, y que manejaban las unidades de carros a su entera independencia.

En cualquier caso, a pesar de su superioridad cualitativa y cuantitativa, en lo que a medios blindados se refiere, los Republicanos perdieron la guerra.  Aproximadamente el 40 por ciento de los carros suministrados por la URSS a la República, pasaron a manos del Ejército Nacional.  De acuerdo con las plantillas vigentes en 1942 en el Ejército, en ese año se disponía de 139 carros T-26B, que se denominaban como “Carros Tipo 2”, en activo y totalmente operativos, más que de ningun otro tipo, y ciertamente mejores. Carros italianos, alemanes y rusos fueron la base sobre la que se formaron cinco regimientos de carros de combate en esa época. La pesadilla logística que todo ello debió suponer es inimaginable. Y no deja de ser una ironía de la historia que, al final y después de todo, Stalin y la URSS se hubieran convertido en el principal proveedor de material blindado del ejército de Franco.

Sea como sea, todo ese material ya había quedado obsoleto hacia 1942-1943 por lo que el valor nominal de las unidades disponibles era practicamente nulo.
Los carros enviados a España no se enviaron, en principio, para experimentar. Eran simplemente lo que las naciones tenían en ese momento, y lo mejor que había. Quizás hacia finales de 1938 Alemania disponía ya de algo mejor que el Panzer I, 



pero ya no hacía falta, y no quisieron enviarlo. Y si se enviaron carros  no fue porque los bandos en confrontación los pidieran, sino porque en las naciones interesadas se consideró que una guerra moderna, en 1936, se tenía que luchar con carros de combate, además de con otros medios.
Independientemente de ello, la presencia en Espana de importantes oficiales de los países afectados, Alemania, Italia y la Unión Soviética, relacionados con el novedoso empleo de los medios blindados y de la mecanización en general, y que acabarían enfrentándose algunos de ellos posteriormente, en el campo de batalla, añade un especial interés al estudio del empleo de los carros de combate en nuestra Guerra Civil.

El arquitecto responsable del esquema de envio de carros alemanes, de cañones contracarro, de artillería de campaña y de artillería antiaérea a la España Nacional fue el Teniente Coronel Walter Warlimont, del Ejercito alemán. Warlimont era oficial de artillería, y estaba destinado en la sección de movilización industrial del Ministerio de la Guerra, en Berlin. Entre los meses de agosto y noviembre de 1936 fue designado representante pleniplotenciario del ministerio alemán en el cuartel general de Franco, bajo la dependencia directa del General von Blomberg, llevando a cabo la coordinación de toda la ayuda terrestre que Hitler ordenó facilitar a Franco. Pero fue él, quien observando todas las carencias del Ejército Nacional solicitó y aconsejó en Berlin el envío del citado material. La decisión de enviar carros se tomó junto con los italianos, tras una reunión conjunta después de un primer encuentro con Franco en Cáceres, en agosto de 1936.
Warlimont no fue un oficial de mando de tropas, sino un oficial de estado mayor, o como decimos nosotros “un oficial de despacho”. Tras su regreso a Alemania fue destinado al Estado Mayor del Ejercito aleman (OKH), y posteriormente, ya como general de brigada, al Estado Mayor General (OKW), a las órdenes directas del General Alfred Jodl, siendo jefe de operaciones y segundo jefe del estado mayor, entre septiembre de 1939 y septiembre de 1944. Resultó herido en el atentado contra Hitler, el 20 de Julio de 1944, y a consecuencia de sus heridas pasó a la reserva en septiembre de 1944. Fue condenado como criminal de guerra por los Aliados en 1948 y sentenciado a 18 años de prisión, siendo liberado, no obstante, en 1957. Falleció en Alemania, en 1976. Para España fue importante por las razones citadas.

Cuando el Tercer Reich reconoció oficial y diplomáticamente a la España Nacional en noviembre de 1936, Warlimont regresó a Alemania y fue sustituido por el Teniente Coronel Hans Freiherr von Funck, ya en calidad de agregado militar en el cuartel general de Franco, pero también como responsable de todas las tropas terrestres alemanas destacadas en España. Von Funck era oficial de Caballería, y considerado experto en carros. Al acabar la Guerra Civil fue designado agregado militar en Lisboa, pero ya en 1940 se le dió el mando en Alemania, de una brigada Panzer, y en 1941, tras su ascenso a general de división recibió el mando, en el frente ruso, de la famosa 7a. División Panzer, la llamada “División Fantasma” que había mandado Rommel, en Francia, en 1940. Fue hecho prisionero por los rusos en 1945 y pasó diez años de cautiverio en Rusia. Falleció, en Alemania, en 1979.

No parece que ni Warlimont ni von Funck tuvieran órdenes expresas de experimentar nada, sino más bien solo de organizar la ayuda alemana y asegurarse de que era bien utilizada. La experimentación y las lecciones a aprender fueron posteriores y vinieron por otra vía.
El carrista alemán en España por antonomasia no fue otro que el teniente coronel Wilhelm Ritter von Thoma, quien se ocupó exclusivamente de los medios blindados. Von Thoma era oficial procedente de Infantería y había sido destinado a las nuevas tropas Panzer en 1935, habiendo sido nombrado entonces jefe del II Batallón del Regimiento de Carros núm. 4, perteneciente a la 4a. División Panzer. Fue destinado a España en septiembre de 1936, permaneciendo en nuestro país hasta junio de 1939, regresando entonces a Alemania, ya como coronel al mando del Regimiento de Carros num.3, de la 2a División Panzer, mandada por Guderian. Tras las campañas de Polonia y Francia, von Thoma ascendió a general de división y tomó el mando inicialmente de la 17a. División Panzer, participando en la Operación Barbarroja, en junio de 1941, y luego de la 20a. División Panzer, en la batalla de Moscú, en el invierno de 1941, siendo condecorado con la Cruz de Caballero de la Cruz de Hierro. Al ascender a teniente general, en septiembre de 1942, fue trasladado a África, donde por ausencia de su superior, el General Nehring, tomó provisionalmente el mando del Afrika Korps, bajo mando del Mariscal Rommel. Participó activamente en la batalla de El Alamein, y fue hecho prisionero por los británicos en los primeros días de noviembre de 1942, permaneciendo en cautividad el resto de la guerra en Inglaterra. Falleció en Alemania en 1948.

Von Thoma fue muy crítico sobre el empleo de los carros en la Guerra Civil, manteniendo siempre un tenso debate con los oficiales españoles a los que acusaba de “aprender rápidamente, pero de olvidar rápidamente también”, y muy especialmente con Franco, de quien decía no entendía los principios de la guerra mecanizada y veía al carro de combate como un mero apoyo de la infantería. Tampoco fueron buenas sus relaciones con Guderian, a quien no gustaban mucho los informes que hizo, en especial su desinterés en cuanto a que todos los carros contasen con equipos de radio, algo en lo que Guderian tenía razón, y su énfasis en la superioridad del material ruso. Guderian, quizás ofuscado también con la actitud de von Thoma, no prestó el debido interés a lo que sucedía en España. Von Thoma, en particular, estaba descontento con la actitud en Berlin, que no escuchaba sus demandas de carros más potentes, armados con cañón, para hacer frente eficazmente a los carros soviéticos. Otra razón más que nos demuestra que no hubo mucha intención de experimentar ni practicar nada novedoso, mucho menos la Blitzkrieg.

Casi todos los instructores alemanes que llegaron a España procedían del 6º Regimiento de Carros, de la 3a. División Panzer, en Wunsdorf, una unidad que estuvo activa durante toda la contienda mundial, en los frentes de Polonia, Francia y Rusia. De entre ellos cabe destacar a Rudolf Demme que, como general,  acabó mandando la 17a. División Panzer y fue hecho prisionero por los rusos en mayo de 1945; el comandante Joachim Ziegler, que al ascender a general se integró posteriormente en las Waffen-SS, mandó la 11a.División de Panzergrenadier “Nordland”, de las SS, en Normandía, en 1944, y murió finalmente en la batalla de Berlin, en mayo de 1945; y el capitan Gerhard Willing, que como teniente coronel ya, mandó el 506 Batallón de Carros Pesados Tiger y murió en los combates en Rusia, en el río Dnieper, en octubre de 1943. Y algunos otros que, por abreviar, no citamos aquí.


Von Thoma constituyó una base principal y centro de instrucción de carros en Cáceres, y posteriormente un centro logístico y una escuela avanzada en Cubas de la Sagra, cerca de Madrid.
El artífice de la ayuda italiana no fue otro que el Teniente Coronel Emilio Faldella, un personaje peculiar pero sin duda inteligente, que habia sido cónsul de Italia en Barcelona antes de la Guerra, entre 1930 y 1935, y que, por lo tanto, conocía España bien y hablaba español. Procedente de las tropas de montaña (Alpinos), no era precisamente un experto en carros, pero sí supo identificar las necesidades, y se adelantó a sus colegas alemanes, enviando los primeros carros a España. Aunque inicialmente tuvo un papel muy similar al de Warlimont, en el cuartel general de Franco, luego se implicó mucho más, siendo jefe de estado mayor del CTV en la conquista de Málaga, y tomando incluso el mando de un regimiento de infantería en la toma de Bilbao, primero, y luego de Santander. A su vuelta a Italia retornó al estado mayor, y al final, tras no pocas peripecias y escarceos con las facciones que se mantuvieron leales a Mussolini, y a los Aliados, acabó siendo comandante militar de Milán, tras la contienda mundial, y ascendió a general de división. Falleció en Italia en 1951, dejando un interesante libro titulado “Veinte meses de Guerra en España”.

Los italianos no dispusieron, en cualquier caso, en todo momento más que de uno o dos batallones de carros sobre el campo de batalla, al igual que los alemanes. Ninguno de sus mandos se distinguió especialmente, a excepción del Coronel Valentino Babini. El Coronel Babini llegó a España en abril de 1937, con la misión de sustituir al hasta entonces jefe de la Agrupación de Carros del CTV, Coronel Carlo Rivolta, que tras el fracaso de Guadalajara, cesó en el mando y volvió a Italia. Babini era un creyente en la nueva guerra mecanizada y de movimiento, y, aunque infante, procedía de un regimiento de carros, el 3º Regimiento Mecanizado italiano, cuyo mando había ostentado hasta ser destinado a España. En octubre de 1938 fue designado para mandar la División “Frecce Nere”, cesando en el mando de la agrupacion carrista, siendo sustituido por el coronel Roberto Olmi, procedente como Faldella de las tropas de montaña. Tomó parte en la campaña de Cataluña y regresó a Italia en junio de 1939, casi como su colega alemán von Thoma.

Babini fue el alma de todas las operaciones de carros italianos en España desde su llegada, distinguiéndose especialmente en la campaña del Norte, y en la conquista de Bilbao y Santander, y más tarde en el frente de Aragón y en la famosa marcha hacia el Mediterráneo que dividió a la zona republicana en dos. A su regreso a Italia fue destinado a Libia en septiembre de 1939, donde tuvo el mando de la División “Sirte”, aunque su cometido esencial fue organizar el componente acorazado italiano en África, que contaba con 7 batallones de carros L3 CV, como los de España, y solo 2 batallones del nuevo carro italiano Fiat M-11/39, que aunque dotado ya de torre giratoria con dos ametralladoras, solo iba armado con una pieza de 37 mm todavía en casamata fija. Este carro había sido diseñado ya  siguiendo la linea del soviético T-26, y a la luz de lo ocurrido en España, pero era claramente inferior a los carros británicos de 1940-1941.


No hubo mucho que Babini pudiera hacer, y en el marco de la ofensiva británica Operación “Compass”, que empezó en diciembre de 1940, la llamada “Brigata Corazzata Speciale” o “Gruppo Babini” resultó completamente aniquilada en la batalla de Beda-Fomm, entre el 6 y 7 de febrero de 1941. El general Babini fue hecho prisionero por los británicos y pudo regresar finalmente a Italia en 1946. Tras no pocas dificultades en su patria, siendo acusado de fascista por haber participado en la Guerra Civil de España, Babini fue finalmente repuesto en su grado y condición militar, como general de división, tomando el mando de la División de Infanteria “Aosta”, ascendiendo posteriormente a teniente general, y siendo designado inspector del arma de Infantería. Falleció en Italia en accidente de automóvil en 1952.

Babini dejó numerosos escritos e informes, a algunos de los cuales se ha podido acceder, tanto en la Academia Militar de Módena, como en los archivos del Estado Mayor General italiano, y claramente era un creyente en las posibilidades del carro de combate y en el arma acorazada. Se podría decir que fue el Guderian o Patton italiano. Otra cosa fue que ni el Mando italiano ni los políticos de su país entendieron su mensaje y sus ideas, y no hicieron nada por remediar la situación. Para los italianos la Guerra de España habia acabado en una victoria y eso era lo que contaba. Posteriormente Italia entró en la guerra mundial en inferioridad de condiciones, pero no se puede decir que no estaban avisados.
No está muy claro quién fue la mente privilegiada que en la Unión Soviética decidió enviar carros de combate y vehículos acorazados a España e inicialmente no parece que hubo ninguna intención de experimentar nada. Simplemente se envió lo que se tenía y en lo que respecta a armamento ligero e incluso artillería, en Moscú decidieron desprenderse de todo aquello que se había quedado obsoleto. Pero no ocurrió lo mismo ni con los medios blindados ni con la aviación.

Stalin no se decidió a ayudar a la República hasta mediados o finales de septiembre de 1936, y ya patente el hecho de que Alemania e Italia habían empezado a ayudar al bando Nacional. Curiosamente la República no mantenía relaciones diplomáticas con la URSS, ya que éstas se habian cortado en 1917 y la monarquía nunca las restableció. Fue el Primer Ministro José Giral quién mediante carta entregada por el embajador español en Paris a su colega soviético el 25 de julio de 1936, solicitó ayuda militar pero sin especificar nunca carros de combate o medios blindados. Esto hecha también por tierra la afirmación que hacen algunos pseudo-historiadores de que la República solamente recurrió a la URSS cuando constató que las democracias occidentales no iban a ayudar; es falso, como se puede observar, ya que el 25 de julio, solamente una semana después del Alzamiento, nadie sabía aún cual iba a ser la conducta de esas naciones.

En cualquier caso, el esquema del plan de ayuda a la República fue desarrollado bajo la dirección de un departamento especial de la NKVD (servicios de información soviéticos), y presentado a Stalin el 14 de septiembre de 1936. El líder de toda la operación, denominada Operación “X”, fue el general Yan Berzin (de nombre real Pavel Ivanovich Kiuzis), director entonces del servicio militar de inteligencia GRU, que se trasladó a España de forma similar a como hicieron Warlimont y Faldella. También tuvo algo que ver con el envío de medios blindados, el recién nombrado agregado militar soviético en Madrid, Coronel Vladimir Gorev, quien sería uno de los ejecutados a su regreso a la URSS, en 1938.

La Operación “X” supuso la creación de todo un comité de expertos, bajo la directa dependencia del entonces ministro de defensa soviético, General Kliment Voroshilov, cuyas iniciales “KV”, por cierto, darían nombre posteriormente a toda una familia de carros de combate soviéticos.
A diferencia de los alemanes, y de forma parecida a lo que hicieron los italianos, los soviéticos rotaron con cierta periodicidad a su personal. Unas veces hubo razones políticas tras esas rotaciones, y algunos de los que volvieron a la URSS acabaron siendo fusilados, pero en otros casos hubo motivaciones operativas.
Quizás uno de los más claros exponentes entre los expertos soviéticos enviados a España fue el Coronel Semyon Moiseevich Krivoshein. Fue Krivoshein quien llegó a Cartagena, precisamente el día de la Virgen del Pilar, 12 de octubre de 1936, con el primer lote de 50 carros de combate T-26B y 40 autoametralladoras-cañón BA-6. Este material venía dotado con tripulaciones rusas al completo y personal auxiliar y de apoyo.


Krivoshein, antiguo oficial de Caballería en el Ejército Rojo, procedia de la escuela de carros soviética de Olianovsky, y enseguida organizó los carros que el mismo había traído, en un primer batallón de carros republicano al estilo de lo que era un batallón en el Ejército soviético, y, asimismo creó una escuela de medios acorazados y una base logística. La escuela se ubicó en la localidad murciana de Archena, utilizando dependencias del actual balneario y de un colegio de la citada localidad; su primer director fue el capitán soviético Pavel Arman, aunque nominalmente figuraba como jefe el coronel republicano Rafael Sánchez Paredes. La base logística inicial se constituyó en Alcalá de Henares, más cercana al frente, en lo que hoy siguen siendo instalaciones militares del Ejército. La escuela de Archena se mantuvo en funcionamiento hasta finales de febrero de 1939 y no fue nunca atacada, al parecer y sorprendentemente, por la aviación nacional.

A Krivoshein se le atribuye el mérito de haber logrado detener el avance nacional sobre Madrid en noviembre-diciembre de 1936, lo que es más que discutible pero, en cualquier caso, así lo consideraron tanto el Mando republicano como los soviéticos, y sin duda contribuyó a elevar la moral de los combatientes republicanos. Krivoshein regresó pronto a la URSS, en enero de 1937, y tomó el mando de la 2a. Brigada Mecanizada, y en el verano de 1938, en Siberia, entró en combate contra los japoneses en la batalla del Lago Khasan, en el marco de una disputa fronteriza con Japón sobre la frontera china.
Posteriormente, y al mando de la 29 Brigada Ligera de Carros, participó en el reparto de Polonia, y entró en contacto con las tropas alemanas en Brest-Litovsk el 22 de septiembre de 1939, manteniendo un encuentro con el general alemán Heinz Guderian. Krivoshein volvió a entrar en combate en el marco de la llamada “Guerra de Invierno” contra Finlandia, en el invierno de 1939-1940. Tras esa breve campaña Krivoshein fue ascendido a general de división y tomó el mando de un cuerpo de ejército mecanizado en abril de 1941.

A pesar del fracaso general de todas las fuerzas soviéticas en rechazar la invasión alemana del 22 de junio de 1941, Krivoshein no fue ni destituido ni purgado, y entre 1941 y 1943 tomó a su cargo el departamento de enseñanza e instrucción de todas las fuerzas de carros soviéticas, siendo apartado del frente. En 1943 tomó el mando del 3er. Cuerpo Mecanizado, y entró en acción en la Batalla de Kursk, enfrentándose directamente contra el general alemán Hermann Hoth.  Krivoshein resultó herido de gravedad y tardó varios meses en recuperarse, pero fue ascendido a teniente general. A finales de 1944, ya recuperado, tomó el mando del 1er. Cuerpo Mecanizado y participó en la reconquista de Brest-Litovsk, en Polonia, y finalmente en la toma de Berlin, a la vanguardia del 1er. Frente de Bielorrusia, a las órdenes directas del General Zhukov. Tras la conquista de Berlin fue condecorado con la orden de Héroe de la Unión Soviética. A continuación, ya acabada la guerra, pasó a dirigir la Academia Militar Frunze, equivalente a una escuela de estado mayor. A la muerte de Stalin y tras 35 años de servicio, se retiró del servicio activo y dedicó el resto de su vida a escribir tratados militares y memorias, siendo de destacar una obra editada por la editorial Progreso, de Moscú, en 1971, titulada “Tanquistas voluntarios soviéticos en la defensa de Madrid”. Falleció en la URSS en 1978.

En diciembre de 1936 llegó a España, para sustituir a Krivoshein, el General Dimitry Grigoryevich Pavlov. Hacia finales de 1936 el número total de carros enviados por la URSS era de 106 T-26B, y Pavlov, también oficial de Caballería, que era diplomado de la Academia Militar Frunze y había mandado una brigada mecanizada en Rusia, quiso ser innovador y dar un paso adelante. En España Pavlov organizó, en cierto modo, la primera gran unidad blindada que se creaba en el seno de un ejercito español, aunque aquí se tratase del Ejército Popular. En realidad tal brigada denominada “Brigada de Carros de Combate” no era una gran unidad en el sentido que nosotros la entendemos. No tenía artillería, ni apoyos de combate, ni apoyo logístico; se componía únicamente de cuatro batallones de carros, una compañía o escuadrón de reconocimiento con autoametralladoras, una compañía de motocicletas y un batallón de infantería transportado sobre camiones. Pero sin duda era un gran paso para un ejército que solo seís meses antes contaba únicamente con 10 carros obsoletos.
La brigada de carros creada por Pavlov contaba con 56 carros y 68 vehículos acorazados de ruedas, e intervino con cierto éxito en casi todas las batallas de la Guerra Civil de la primera mitad de 1937: Majadahonda, Jarama, y sobre todo, Guadalajara. Pavlov regresó a Rusia, a finales de junio de 1937, antes de Brunete, y fue condecorado por Stalin como Héroe de la Unión Soviética. Fue nombrado director de Carros y Vehículos Blindados del Ejército soviético, pero participó tambien activamente en los enfrentamientos fronterizos con Japón y en el conflicto con Finlandia. Desafortunadamente para Pavlov, ascendido ya a general de ejército, la invasión alemana le sorprendió como jefe del distrito militar occidental de Bielorrusia, y tras la tremenda derrota de Bialiystok-Minsk, Pavlov fue acusado de negligencia e incompetencia militar, junto con su jefe de estado mayor, y privado de todas sus posesiones personales, rango militar y condecoraciones, y ejecutado sumariamente por la NKVD en Moscú, el 22 de julio de 1941, siendo enterrado en un terreno de escombros y desechos sin marca ni reconocimiento alguno. Sería rehabilitado en 1956, tras la muerte de Stalin.

Pavel Alekseyevich Rotmistrov fue el sucesor de Pavlov. Procedente del arma de Infantería, tambien era diplomado de la Academia Militar Frunze. Llegado en las visperas del desencadenamiento de la ofensiva republican en Brunete, Rotmistrov era ya general de división y dió un nuevo impulso a la reorganización de las unidades blindadas en el Ejército Popular, dando un nuevo paso y creando la que sería la primera gran unidad acorazada tipo división de un ejercito español. Se llamo “División de Ingenios Blindados”, y al igual que la brigada antes citada tampoco era una gran unidad propiamente dicha ya que se componía de dos brigadas de carros como la creada por Pavlov, y un regimiento adicional independiente de carros medios, equipado con los nuevos BT-5 que llegaron en agosto de 1937, ya después de la Batalla de Brunete, pero sin apoyos de fuego ni de combate, ni medios logísticos. La realidad es que ni la brigada de Pavlov ni la división de Rotmistrov se emplearon nunca en combate como tales unidades sino que sus batallones, e incluso, compañías, se agregaron siempre a unidades de infantería como apoyo de fuego o para abrir brecha.

La división fue puesta bajo el mando nominal del Coronel republicano Julio Parra Alfaro, mientras que Rotmistrov ejercía como inspector supremo de todas las unidades blindadas en el Cuartel General del Ejército Popular. El regimiento independiente de carros BT-5 estaba bajo mando soviético y sus tripulantes eran esencialmente miembros escogidos de las brigadas internacionales.
Se puede afirmar, casi con complete seguridad, que el envío de los carros medios BT-5 sí obedeció a razones de experimentación. La versión que llego a España se habia empezado a fabricar en 1934 y no aportaba sin embargo ninguna mejora en cuanto a potencia de fuego respecto del T-26 –la torre era idéntica y el cañón de 45 mm el mismo-, pero si en cuanto a movilidad ya que incorporaba un tren de rodaje tipo Christie, de diseño norteamericano, con cadenas diferentes y de mayor longitud, un motor diferente de mayor potencia, y presentaba la innovación de poder circular con o sin cadenas, siendo relativamente fácil la conversión de uno a otro modo. Sin embargo, en Fuentes de Ebro y en el frente de Aragón, con su peculiar terreno quebrado, esta innovación no sirvió de mucho y todo acabó en un serio desastre. El hecho de que solo se enviasen 50 carros de este tipo, y que las tripulaciones fueran brigadistas internacionales cuidadosamente escogidos, pero los mandos fueran soviéticos, refuerza la tesis de que ésto sí fuera un experimento. Los carros BT-5 no se revelaron más eficaces que el T-26 pero sí sirvieron para dar entrada en Rusia a un carro mucho mejor, el T-34, que en 1941 sorprendió realmente a los alemanes. La lección que se debió haber aprendido en España no fue debidamente asimilada por la Wehrmacht.   

Rotmistrov regresó a la URSS probablemente hacia finales de 1937, ya sin muchas esperanzas de que la situacion en España mejorase para la República, y desde entonces hasta 1940, fue profesor en la academia rusa de altos estudios militares, en Moscú, para, en mayo de 1941, ser nombrado jefe de estado mayor de un cuerpo de ejército mecanizado.  En julio de 1943 participó en la Batalla de Kursk, al mando del 5º Ejercito Acorazado de la Guardia, donde tuvo un papel relevante en la derrota de las fuerzas alemanas, y posteriormente en la llamada Operación “Bagration”, en 1944, en Bielorrusia. Aún asi, tras la batalla de Minsk, fue relevado del mando y destinado a un estado mayor, siendo nombrado posteriormente  Mariscal de las Tropas Acorazadas soviéticas. Tras la guerra fue designado responsable de todas las tropas acorazadas y mecanizadas soviéticas destacadas en Alemania Oriental y nombrado Mariscal en Jefe de las Fuerzas Acorazadas de la URSS en 1962. Fue designado adjunto al ministro de defensa y diputado en el Soviet Supremo, retirándose del servicio activo en 1968. Falleció en la URSS en 1982.

La Guerra Civil fue el escenario del primer empleo masivo, aunque reducido, de carros de combate antes de la Segunda Guerra Mundial, y el marco en el que tuvo lugar, por primera vez en la historia, un enfrentamiento entre carros de combate (Seseña, 26 de octubre de 1936). Hubo muchos aspectos de lo que más tarde seria la guerra mecanizada y de movimiento que se pusieron de manifiesto. Otra cosa es que los participantes prestaran atención y aprendieran las lecciones que se les ofrecieron.
Ni von Thoma, ni Babini, ni Krivoshein ni Rotmistrov influyeron lo más minimo en las doctrinas de sus respectivos países. Von Thoma no pudo convencer a Guderian de casi nada, a Babini apenas le escucharon en el Estado Mayor General italiano, y tanto Krivoshein como Pavlov y Rotmistrov ocuparon los puestos que el destino les deparó, nunca debidos a la experiencia adquirida en España.
Experiencias y enseñanzas hubo muchas, tanto en el plano técnico como en el táctico, pero la rapidez con la que se produjo la Segunda Guerra Mundial tras acabar la Guerra Civil española, hizo pasar a un segundo plano todas las posibles lecciones.

Posiblemente fueron los alemanes quienes sacaron las lecciones más correctas pero las aplicaron poco, excepto en lo relativo quizás a la coordinación con el apoyo aéreo, empleo en masa y necesidad de infantería motorizada o mecanizada. Pero técnicamente es dificil comprender como la producción del Panzer I no se detuvo inmediatamente al conocer la existencia del T-26 y no se impulsó la producción de los carros Panzer III y Panzer IV, armados con cañones de mayor calibre y mejor protegidos. Ni tampoco, como, si se trataba de experimentar, no se envió a España ningun Panzer II, que al menos iba armado con un cañón de 20 mm. Igualmente resulta incomprensible como Italia no detuvo igualmente la fabricación del L3 CV y se apresuró en fabricar carros incluso como el M-13/40 que no fue diseñado hasta 1939.


La Unión Soviética fue el país que más estudió la Guerra Civil española, y así lo atestiguan los numerosos documentos que recientemente han salido a la luz en Rusia, y en los Estados Unidos. Desafortunadamente para el Mando soviético, el convencimiento de que su material era superior al alemán y al italiano les llevó a dormirse en sus laureles y la gran parte de su material en 1941 eran precisamente carros T-26 y BT-5 ligeramente mejorados. Los soviéticos nunca se pararon a pensar demasiado que, a pesar de su superioridad técnica, la República había perdido la guerra y que un gran numero de los carros enviados habían sido, de hecho, capturados por el enemigo y formaban ahora parte de su inventario. El resultado de esta negligencia les sería catastrófico en 1941.
Por lo tanto, fue la Guerra Civil un polígono de experiencias? Sin duda lo fue en cierto modo, pero inicialmente no se entendió como tal, y las enseñanzas que se derivaron no fueron ni bien comprendidas ni correctamente aplicadas. Quien menos las entendió fue el Ejército español que ni creó un arma acorazada nunca, ni potenció nunca el valor de los carros de combate. No se puede decir que, en la Guerra Civil, se ganase o se perdiese una batalla debido a los carros de combate. La embriaguez de la victoria final decidió en gran parte el futuro del Ejército de Tierra hasta nuestros días, y aquí tampoco fue de aplicación que solo se aprende con la derrota.
Fue, sin duda, una experiencia desaprovechada. Una más en la historia de España.

AJCandil

Abril de 2016.


Candil